Parma, Teatro Regio, domingo 20 de octubre de 2024

Demasiado tentadora como para dejarla pasar impunemente, la posibilidad de visitar aun cuando solo fuese por un día mi adorada Parma, y de asistir a una representación en vivo de una de las primeras óperas de Verdi que conocí, gracias a la grabación de estudio Philips de los años setenta, con Lamberto Gardelli a la batuta y José Carreras, Katia Ricciarelli, Matteo Manuguerra y Nicola Ghiuselev como protagonistas. La battaglia di Legnano es un título virtualmente desaparecido de las programaciones, y ello pese a tratarse de un Verdi ya no tan juvenil, 1849, el mismo año de Luisa Miller, posterior a obras tan difundidas hoy como Nabucco, Attila o Macbeth, e inmediatamente anterior a la trilogia popolare.

Seguramente, parte importante de la razón por la que la obra es obviada radica en su imposible libreto, una indigerible proclama patriotera que desmiente la noción hoy generalizada del Verdi humanista, por su agresiva vena nacionalista, su xenofobia indisimulada y su exaltación de valores machocéntricos que casan poco con la modernidad, en fin, un texto que de haber sido puesto en música por Wagner habría quizá determinado la cancelación permanente del compositor por parte de los actuales defensores ardientes de lo políticamente correcto. El interés de La battaglia di Legnano, aparte de la posibilidad que brinda de conocer de primera mano una faceta poco digamos publicitada de Verdi, radica ante todo en su música, por momentos muy inspirada, con una tonalidad elegíaca y heroica que hace de la obra un precursor directo de Il trovatore, y un terceto protagonista que bien pudiera estar formado por ancestros de Manrico, Leonora y Luna, bien que aquí en lugar de la gitana malevolente haya un bajo, comandante del ejercito enemigo, que viene a hacer las veces de encarnación del mal, en la que por demás es una de las escenas más logradas de la ópera, tanto musical como dramáticamente. Para dar vida a semejante torso, porque de un torso por más que esté concluso se trata (poniéndolo en relación con el conjunto de la obra de Verdi), hace falta verdaderamente un gran director musical que crea en la obra y que sepa insuflarle la energía y a la vez el refinamiento necesarios, su vigor marcial y también su incandescencia emocional, porque en Legnano, como en Trovatore, son todo emociones al rojo vivo, volátiles, radicales e irrenunciables, de unas existencias que se ubican en los extremos de lo posible, de unos personajes enfáticos, que acaso tendrían necesidad de que la Mariscala les invitase a tomar el té. Ceretta, jovencísimo director italiano (28 años), ha sido señalado por los que de esto entienden como uno de los futuros grandes. Cuando menos, se puede decir que su dirección en modo alguno es inferior a la de Gardelli, y que efectivamente sabe conjugar la temperatura emocional con un cuidado evidente por la limpieza en el trazo de las líneas sonoras, por la precisión de los ritmos, por el relieve de los detalles de la instrumentación. Atento a la escena, sabe ser igualmente un buen acompañante para sus solistas, y otorga a las (numerosas) escenas corales la solemnidad, el slancio y la grandiosidad que la música demanda. Obtiene, además, un rendimiento óptimo de las importantes masas coral y orquestal del Comunale de Bolonia, que coproduce el espectáculo.

Factor determinante para el buen resultado de la representación es la propuesta teatral de Carrasco, quizá en uno de sus más inspirados trabajos. Carrasco ha comprendido que una lectura literal del libreto sería improponible, por mucho que actualmente en Italia esté gobernando la extrema derecha, y por eso le da la vuelta, lo lee al rovescio y hace de su puesta en escena una denuncia de los horrores de la guerra, anulando las diferencias entre italianos y austriacos, entre milanesi y comaschi, entre Arrigo y Barbarossa. Lo que vemos son seres humanos que se matan entre sí, caballos bellísimos decapitados como consecuencia de la acción de esos humanos, y destrucción, miseria y oscuridad por doquier. Las soflamas patrióticas cobran así un matiz de lo que son, i.e., de ejercicios de fanatismo colectivo, de gesticulación de primates territoriales que se pelean absurdamente por la porción miserable de terruño. No hay, ni se intenta, un análisis en profundidad de los personajes, que en todo caso seguramente no sería viable habida cuenta de los materiales de partida ; por eso, la dramaturgia de la obra se presenta de manera incólume. Quizá el punto más interesante radique en la visualización de Barbarossa como un gran guerrero, también él montado en un imponente caballo, en cierto modo (o en esencia) exactamente igual a sus oponentes, pero todavía más glorioso que ellos.

El reparto, sin prestaciones estelares, es más que digno, y hace gala de una adecuación estilística que honra al festival. Poli se inspira claramente en el modelo de Carreras ; el timbre se parece mucho al del tenor español, y también el fraseo de tintes heroicos, generosos, pero en último término belcantista, sin ceder a los excesos del posterior verismo. La voz se expande con generosidad, pero el agudo acusa algún

Rebeka halla en Lida un papel muy acorde tanto a su sensibilidad como intérprete como a sus coordenadas vocales. Resolviéndolo desde el parentesco con la evocada Leonora de Il trovatore, aprovechando los momentos de canto más íntimo, sensible y reposado, mientras que las secuencias de bravura, dignamente abordadas, no poseen seguramente todo el impacto que sería de desear, la voz a veces sumergida por el coro y la orquesta. Stoyanov tira de veteranía y de dominio estilístico para retratar un Rolando arquetípico, capaz de responder a las múltiples demandas del barítono lírico verdiano, notable ante todo por la elegancia del fraseo y la apostura del timbre. Fassi sabe otorgar a la breve aparición de Barbarossa el relieve conveniente, con un colorido noble y un fraseo bien cincelado. Éxito importante y sala virtualmente llena para esta, última de las tres representaciones de la obra que ofrecía el festival.

Giuseppe Verdi (1813–1901)
La battaglia di Legnano (1849)
Tragedia lirica in quattro atti
Livret de Salvadore Cammarano d’après La bataille de Toulouse de Joseph Méry
Créé le 27 janvier 1849 au Teatro Argentina de Rome

Direction musicale : Diego Ceretta
Mise en scène : Valentina Carrasco
Scénographie : Margherita Palli
Costumes : Silvia Aymonino
Lumières Marco Filibeck

Federico Barbarossa : Riccardo Fassi
Lida : Marina Rebeka
Arrigo : Antonio Poli
Rolando : Vladimir Stoyanov
Marcovaldo : Alessio Verna
Il Podestà di Como / I Console di Milano : Emil Abdullaiev
Il console : Bo Yang
Imelda : Arlene Miatto Albeldas
Uno Scudiero di Arrigo / Un Araldo : Anzor Pilia

Orchestra e coro del Teatro Comunale di Bologna
Chef des chœurs : Gea Garatti Ansini

Parma, Teatro Regio, dimanche 20 octobre 2024

Trop tentant pour laisser passer impunément la chance d'assister à une représentation en direct de l'un des premiers opéras de Verdi que j'ai découverts, grâce à l'enregistrement studio Philips des années 1970, avec Lamberto Gardelli à la baguette et José Carreras, Katia Ricciarelli, Matteo Manuguerra et Nicola Ghiuselev dans les rôles principaux. La battaglia di Legnano est en effet un titre pratiquement absent des programmes, alors qu'il s'agit d'une œuvre d'un Verdi qui n'est plus si jeune. 1849 en effet, c’est la même année que Luisa Miller, et c’est postérieur à des œuvres aussi populaires aujourd'hui que Nabucco, Attila ou Macbeth, et immédiatement antérieur à la trilogia popolare. Pourquoi cet ostracisme ? 

Une partie importante de la raison pour laquelle l'œuvre est ignorée réside certainement dans son livret impossible, proclamation patriotique indigeste qui dément l'idée répandue aujourd'hui de l'humaniste Verdi. Avec sa veine nationaliste agressive, sa xénophobie non dissimulée et son exaltation de valeurs machistes qui ne cadrent pas avec la modernité, voilà un livret à la fois maladroit, mal construit et par certains côtés ridicules bref, un livret qui, s'il avait été mis en musique par Wagner, aurait peut-être conduit à la mise à l’index définitive du compositeur par les ardents défenseurs du politiquement correct d'aujourd'hui.
L'intérêt de La battaglia di Legnano, outre la possibilité de connaître de première main une facette peu médiatisée de Verdi, réside surtout dans sa musique, parfois très inspirée, avec une tonalité élégiaque et héroïque qui fait de l'œuvre un précurseur direct d'Il trovatore (les deux œuvres ont le même librettiste, Salvatore Cammarano) et un trio de tête qui pourrait bien être composé des ancêtres de Manrico, Leonora et Luna, bien qu'ici, à la place de la gitane malveillante, il y ait une basse, commandant de l'armée ennemie, qui agit comme l'incarnation du mal, dans ce qui est l'une des scènes les plus réussies de l'opéra, à la fois musicalement et dramatiquement.

Pour donner vie à pareille œuvre, qui aussi complète soit-elle, a quelque chose d’imparfait, de presque « non terminé », qui a encore besoin d’être ciselée, travaillée (par rapport à l'ensemble de l'œuvre de Verdi), il faut un très grand directeur musical qui croit en l'œuvre et qui sait lui donner l'énergie et le raffinement nécessaires, sa vigueur martiale et aussi son incandescence émotionnelle, ses qualités primordiales, car dans La battaglia di Legnano, comme dans Il Trovatore, il s'agit d'émotions brûlantes, volatiles, radicales et inavouables, d'existences qui se situent aux extrêmes du possible, de personnages emphatiques, qui auraient peut-être besoin d’être calmés par une Maréchale autour d‘un thé bien chaud ou d’une dose de bromure. Diego Ceretta, très jeune chef italien de 28 ans, est considéré par les connaisseurs comme l'un des futurs grands de la baguette dans la péninsule et c’était aussi l’un des motifs de ma curiosité
Au minimum, on peut dire que sa direction n'a rien à envier à celle de Gardelli, et qu'il sait allier la température émotionnelle à un soin évident pour la netteté du son, pour la précision des rythmes, pour le relief des détails de l'instrumentation. Attentif au plateau, il sait aussi être un bon accompagnateur pour ses solistes, et donne aux (nombreuses) scènes chorales la solennité, le slancio et la grandeur que la musique exige. De plus, il obtient une performance optimale des importantes masses chorales et orchestrales du Comunale di Bologna, qui coproduit le spectacle. Un chef à suivre avec attention donc.

L'approche théâtrale de Valentina Carrasco, qui trouve là peut-être l'une de ses productions les plus inspirées, est un facteur déterminant du succès de la représentation. Carrasco a compris qu'une lecture littérale du livret serait inaccessible, improbable, même dans une Italie actuellement gouvernée par l'extrême droite nationaliste. Elle retourne donc le propos et le lit alla rovescia (à revers) et fait de sa mise en scène une dénonciation des horreurs de la guerre, annulant les différences entre Italiens et Autrichiens, entre Milanesi et Comaschi, entre Arrigo et Barbarossa. Ce que nous voyons, ce sont des êtres humains qui s'entretuent, de beaux chevaux décapités à cause de leurs massacres, et partout la destruction, la misère et l'obscurantisme. Les slogans patriotiques prennent alors la couleur de ce qu'ils sont, c'est-à-dire des exercices de fanatisme collectif, des gesticulations de primates territoriaux qui se battent jusqu’à l’absurde pour un misérable bout de terre.
Il n'y a pas de tentative d'analyse approfondie des personnages, ce qui de toute façon ne serait probablement pas faisable étant donné le matériau de base, et la dramaturgie de la pièce est donc présentée telle quelle. Le point le plus intéressant réside peut-être dans la représentation de Barbarossa comme un grand guerrier, monté sur un cheval puissant, d'une certaine manière (ou par essence) exactement comme ses adversaires, mais encore plus glorieux qu'eux.

La distribution, sans être exceptionnelle, est plus que méritante et fait preuve d'une pertinence stylistique qui fait honneur au festival. Poli s'inspire clairement du modèle de Carreras ; le timbre est très proche de celui du ténor espagnol, tout comme le phrasé héroïque, généreux, mais finalement belcantiste, sans céder aux excès de la mode vériste qui frappe Verdi aujourd’hui. La voix s'étend généreusement, mais l'aigu présente quelque rigidité inquiétante.

Marina Rebeka trouve dans Lida un rôle qui correspond tout à fait à sa sensibilité d'interprète et à ses capacités vocales actuelles. Elle le résout de la parenté avec la Leonora évoquée d'Il Trovatore, s’appuyant sur des moments de chant plus intimes, sensibles et calmes, tandis que les séquences de bravoure, dignement abordées, n'ont pas vraiment tout l'impact souhaitable, la voix étant parfois submergée par le chœur et l'orchestre. Stoyanov s'appuie sur son expérience et sa maîtrise stylistique pour incarner un Rolando archétypal, capable de répondre aux multiples exigences du baryton lyrique verdien, remarquable surtout par l'élégance de son phrasé et la finesse de son timbre. Riccardo Fassi sait donner à la brève apparition de Barbarossa le relief approprié, avec une coloration noble et un phrasé bien ciselé. Grand succès et salle quasiment pleine pour cette dernière des trois représentations de l'œuvre offertes par le Festival. Une proposition qui cadre parfaitement avec le rôle d’un festival dédié à Verdi.

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Antoine Lernez
Antoine Lernez aux lointaines origines hispaniques et très lié aux cultures latinoaméricaines, est juriste, spécialisé en droit international. Il parcourt donc le monde, et tel un autre Wanderer, il s’arrête quelquefois là où il y a un opéra, ce qui en fait un des meilleurs et des plus fins connaisseurs de l’art lyrique. Quelquefois, quand l’occasion fait le larron, il fait profiter Wanderersite.com de sa science par des articles fouillés.

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1 COMMENTAIRE

  1. Il existe un enregistrement live de Myto de La battaglia di Legnano, ouverture de la saison de la Scala le 7 décembre 1961, avec Corelli, Stella et Bastianini sous la direction de Gavazzeni.

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