Teatro Real, Madrid 22/02/2017

Hacía tiempo que el Real no presentaba un espectáculo tan bien concebido. Quizá desde Muerte en Venecia, precisamente otro título de Britten, compositor tan querido a Joan Matabosch, quien sin duda mima de forma especial cada obra del compositor británico que programa. Fue precisamente un Britten, entonces Peter Grimes, el que dejó en 1997 un imborrable recuerdo en el reabierto Teatro Real, con Antonio Pappano a la batuta. Britten es pues una suerte de amuleto que va jalonando los pasos del Real en una andadura complicada, llena de luces y sombras. De hecho, este Billy Budd es lo único verdaderamente memorable de lo que llevamos de temporada.

LAS ENTRAÑAS DEL MAR

El Teatro Real de Madrid ha estrenado una coproducción que se verá más tarde en París, Helsinki y Roma. Estas funciones han supuesto también el estreno en el Real de este título de Britten, nunca antes representado en Madrid. La propuesta escénica y el foso confluyen en un espectáculo redondo, sin fisuras, que mantiene la tensión de principio a fin de la representación. El trabajo de Deborah Warner es ejemplar : no hay instante sin fuerza, nada es superfluo, nada se antoja redundante o prescindible ; hay una recóndita y amarga poesía en todo lo que se ve en el escenario. La suya es una óptica literal y casi naturalista, pero sumamente inteligente e intensa.

La fabulosa escenografía de Michael Levine ‑colaborador habitual de Robert Carsen, entre otros directores de escena- afianza la propuesta, con una maquinaria que muestra los dos planos, el de los oficiales y el de los marineros, claramente diferenciados y en una tensión sin resolver. El Indomitable, esa suerte de humanidad reproducida en miniatura, asfixiante y encerrada sobre sí misma, encuentra en el escenario del Real su perfecta reproducción, con sogas que recrean el bamboleo del navío y espléndidas transiciones entre unos cuadros y otros, haciendo pie en los interludios orquestales de Britten. La soberbia iluminación de Jean Kalman remata la propuesta, creando espacios por doquier, en un trabajo ejemplar a todos los niveles.

Algunos cuadros e imágenes no se olvidan facilmente : la despedida de Vere y Billy Budd tras el juicio, el zarandeo final a los almirantes, el coro de marineros balanceándose de un lado a otro o la primera ocasión en la que el suelo se levanta para dejar entrever el piso inferior, bajo la cubierta, donde se amontonan los marinos. Billy Budd es una historia de destrucción y redención, amarga y desasosegante, y todo ello se materializa en este trabajo. La pureza y la bondad insobornables del protagonista encuentran también su lugar, con una dirección de actores que apunta por instantes los ecos de la figura de Cristo en el destino de Billy Budd y sin renunciar asimismo al hilo implícito acerca de la homosexualidad que atraviesa la relación entre Claggart y Billy Budd. Ternura y violencia, una amarga belleza, Britten al fin y al cabo.

El trío protagonista, sin ser perfecto, es sólido y apuntala la representación, con unos personajes muy bien delimitados en sus conflictos por la mano de Deborah Warner. Jacques Imbralio lo tiene todo para ser un protagonista ideal : desde el físico hasta la naturaleza del instrumento, todo en él confluye en una personificación absoluta del personaje, irradiando verdadera bondad, una inocencia a flor de piel. La emisión quizá no sea tan dúctil y firme como debiera, dejando entrever algún instante de fatiga y brillando más en los pasajes íntimos que en los encendidos. Lo cierto es que su personaje conmueve y convence de principio a fin.

Toby Spence compensa con oficio y un fraseo incisivo un timbre que muestra ya síntomas evidentes del paso del tiempo, con menos luz y menos limpieza en la emisión. Nada alarmante, ni mucho menos ; el retrato inseguro y atormentado del Capitán Vere encuentra en su caso un eco sumamente verosímil. Brindley Sherrat incardina su Claggart en la mejor tradición, en la que han destacado las interpretaciones de colegas como John Tomlinson o Eric Halfvarson. En su caso, el retrato de Sherrat personifica la banalidad del mal de la que nos habló Hannah Arendt. No es un ogro, no es un villano superficial, es un hombre inseguro, acomplejado y que recubre de violencia su incapacidad para resolver sus conflictos interiores.

Del extenso equipo que completa el reparto destacan el Dansker de Clive Bayley, despectivo pero tierno ; el Mr. Redburn de Thomas Oliemans, sonoro y un punto heroico ; y Duncan Rock como Donald, en una actuación vigorosa. Y por supuesto el extenso equipo de comprimarios españoles de impecable factura e intachable compromiso con la producción : Francisco Vas, Manel Esteve, Gerardo Bullón, Tomeu Bibiloni, Borja Quiza, Jordi Casanova e Isaac Galán.

Ivor Bolton no había firmado un trabajo tan convincente y redondo hasta la fecha en el Teatro Real. Su labor es consistente desde cualquier punto de vista, sabedor de hasta dónde es posible llegar con esa orquesta, a la que se escuchó mejor que en El holandés errante, por ejemplo, aunque todavía con un importante margen de mejora (singularmente en las cuerdas, que siguen sonando anónimas y faltas de cuerpo). El coro del Teatro Real volvió a hacer gala de un material exultante, no siempre bien domeñado, algo ajeno por momentos al lenguaje de Britten, aunque con un elogiable desempeño escénico, comprometidos de forma evidente con la producción.

Benjamin Britten (1913–1976)
Billy Budd (1951 rev.1960)

Mise en scène : Deborah Warner.
Dir. musicale : Ivor Bolton.

Billy Budd :Jacques Imbrailo
Edward Fairfax Vere :Toby Spence
John Claggart :Brindley Sherratt
Mr. Redburn :Thomas Oliemans
Mr. Flint :David Soar
Lieutenant Ratcliffe :Torben Jürgens
Red Whiskers :Christopher Gillet
Donald :Duncan Rock
Dansker :Clive Bayley
Un novice :Sam Furness
Squeak :Francisco Vas
Bosun : Manel Esteve
Premier Maître :Gerardo Bullón
Second Maître :Tomeu Bibiloni
Ami du novice :Borja Quiza
Vigíe :Jordi Casanova
Arthur Jones : Isaac Galán

Teatro Real, Madrid, 24/02/2017

Il y avait longtemps que le Teatro Real n’avait pas présenté un spectacle si bien conçu. Peut-être depuis Mort à Venise, un autre Britten justement, compositeur si cher à Joan Matabosch (Directeur artistique du Teatro Real), qu’il soigne de manière particulière chaque œuvre du compositeur britannique qu’il programme. C’était aussi précisément un Britten, en l’occurrence Peter Grimes, qui en 1997 a laissé un souvenir indélébile dans le Teatro Real à peine rouvert, avec Antonio Pappano à la baguette. Britten est donc une sorte amulette qui marque les étapes du Teatro Real dans un parcours compliqué plein de lumières et d’ombres. De fait, ce Billy Budd est le seul spectacle notable de la saison jusqu’à maintenant. 

Traduit de l'espagnol par Guy Cherqui, avec l'amicale autorisation de Plateamagazine

Le Teatro Real a créé une production qu'on verra plus tard à Paris, Helsinki et Rome. Ces représentations ont marqué aussi la création de ce titre au Teatro Real, jamais représenté à Madrid jusqu’alors. La proposition scénique et la direction musicale confluent en un spectacle complet, sans failles, qui maintient la tension du début à la fin de la représentation. Le travail de Deborah Warner est exemplaire : pas un moment sans force, rien de superflu, rien qui soit redondant ou évitable ; tout ce qui se voit dans la réalisation scénique est empreint de poésie cachée et amère. Son optique est littérale et quasi naturaliste, mais remarquablement intelligente et intense.

La fabuleuse scénographie de Michael Levine –collaborateur habituel de Robert Carsen, entre autres metteurs en scène- appuie la proposition avec une machinerie à deux niveaux, celui des officiers et celui des marins, clairement différenciés et dans une tension non résolue. L’Indomptable ((Le nom du navire)), sorte d’humanité en miniature, asphyxiante et enfermée sur elle-même, trouve dans la représentation du Teatro Real sa parfaite reproduction, avec des cordes qui recréent le balancement du navire et de splendides transitions entre un tableau et l’autre illustrant les interludes orchestraux de Britten. Les superbes lumières de Jean Kalman couronnent la proposition, en créant des espaces partout, en un travail exemplaire à tous niveaux.

Certains tableaux et images ne s’oublient pas facilement : les adieux de Vere et de Billy Budd après le procès, le trouble final qui secoue les amiraux, le chœur des marins qui se balancent d’un côté à l’autre ou la première fois où le sol se soulève pour laisser entrevoir le pont inférieur où s’entassent les marins. Billy Budd est une histoire de destruction et de rédemption, amère et troublante et tout cela prend corps dans ce travail. La pureté et la bonté incorruptibles du protagoniste trouvent leur place avec une direction d’acteurs qui dans le destin de Billy Budd fait par moments écho à la figure du Christ, sans toutefois renoncer au fil implicite de l’homosexualité qui traverse la relation entre Claggart et Billy Budd. Tendresse, violence, amère beauté, Britten en fin de compte.

Le trio des protagonistes, sans être parfait, est solide et soutient la représentation avec quelques personnages bien dessinés dans les conflits par la main de Deborah Warner. Jacques Imbrailo a tout pour être un Billy idéal : depuis le physique jusqu’au naturel de l’instrument, tout en lui aboutit à une personnification absolue du personnage, irradiant une vraie bonté, une innocence à fleur de peau. Même si l’émission n’est pas si ductile et ferme qu’elle devrait, laissant entrevoir quelque moment de fatigue et plus brillante dans les passages intimes que dans ceux qui brûlent. Ce qui est sûr c’est que son personnage émeut et convainc du début à la fin.

Toby Spence compense par son métier et un phrasé incisif un timbre qui montre les symptômes évidents du temps qui passe, avec une émission moins lumineuse et moins limpide. Rien d’alarmant, et beaucoup moins encore. Le portrait tout d’insécurité et tourmenté du Capitaine Vere trace dans son cas une silhouette suprêmement vraisemblable. Brindley Sherrat incarne son Claggart dans la meilleure tradition qu’ont marqué les interprétations de collègues comme John Tomlinson ou Eric Halfvarson. Dans son cas, le portrait de Sherrat illustre la banalité du mal tel qu’en a parlé Hannah Arendt. Ce n’est ni un ogre, ni un méchant superficiel, c’est un être qui manque d’assurance et complexé, qui compense par la violence son incapacité à résoudre ses conflits intérieurs

De l’ensemble des artistes qui complètent la distribution se détachent le Dansker de Clive Bayley, méprisant mais tendre ; le Mr Redburn de Thomas Oliemans, sonore et un tantinet héroïque, et Duncan Rock comme Donald dans une interprétation vigoureuse. Complètent la distribution tous les rôles secondaires tenus par les espagnols, à la facture impeccable et à l’engagement sans compromis dans la production : Francisco Vas, Manel Esteve, Gerardo Bullón, Tomeu Bibiloni, Borja Quiza, Jordi Casanova e Isaac Galán.

Ivor Bolton n’avait pas signé un travail aussi convaincant et aussi ficelé depuis son arrivée au Teatro Real. Son travail est consistant à tous points de vue, sachant bien jusqu’où il peut arriver avec cet orchestre qu’il a mieux écouté que dans Le Vaisseau fantôme par exemple, avec cependant encore une importante marge d’amélioration (singulièrement pour les cordes, qui continuent de jouer de manière anonyme en manquant de corps). Le chœur du Teatro Real a fait ses délices d’un matériel débordant, pas toujours bien dominé, quelque peu étranger par moments au langage de Britten, mais il a offert une performance scénique louable, engagé de manière évidente dans la production.

Alejandro Martinezhttp://www.plateamagazine.com
Alejandro Martínez (Saragosse, 1986). Diplômé en histoire et titulaire d'un Master de Philosophie de l'Université de Saragosse, il est le fondateur et directeur de la revue madrilène Platea Magazine. Au 1er janvier 2018, il prendra ses fonctions de président de l'association aragonaise pour l'Opéra. En 2016 il a publié avec Sergio Castillo, la première biographie dédiée à la soprano (NdT : aragonaise)Pilar Lorengar. Una aragonesa de Berlín (Saragosse, Presses de l'université de Saragosse, 2016). Ils travaillent tous deux actuellement à une biographie du ténor espagnol Miguel Fleta, pour les 80 ans de sa mort.
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