Bayreuth, Markgräfliches Opernhaus, viernes 12 de septiembre de 2025, 18:00 h.

Visitar Bayreuth fuera de las fechas del festival Wagner, es ya por sí mismo una experiencia para el melómano que asocia como dos cosas aparentemente inseparables los vapores veraniegos del Festspielhaus y esta pequeña ciudad de la Alta Franconia, ciudad universitaria con su bello centro histórico, su ambiente apacible y su comunicación por ferrocarril con los centros urbanos más próximos (v.gr. Nürnberg, Hof o Bamberg) siempre un punto azarosa merced a la fantasía creativa de la nunca lo suficientemente alabada Deutsche Bahn. Ahora bien, al margen de sus demás atractivos y al margen del celebérrimo Festspielhaus, Bayreuth ofrece otro polo evidente de interés para el amante de la ópera, el Teatro de los Margraves (Markgräfliches Opernhaus), construido bajo el impulso de una más que probable Wandererin de su época, la princesa Wilhelmine, hija del rey de Prusia, Federico Guillermo I, que (como tantos de nosotros, antes y después) halló en el arte un reducto de consolación frente a las inmundicias de la así llamada vida real. Y parsifalianamente, se puede decir (Zum Raum wird hier die Zeit) que en el interior de este espacio único, el tiempo, el de la ópera barroca y el del propio espectador, se condensa y se transforma : porque así como la razón de ser del festival wagneriano es en última instancia el recinto mágico del Festspielhaus, la razón de ser de este maravilloso Bayreuth Baroque Opera Festival, es ante todo el Teatro de los Margraves. Fue allí donde, en ese agradable final de verano, se nos reveló Pompeo Magno, una ópera desconocida de Cavalli, en la que se mezclan lo burlesco y lo trágico, interpretada por Leonardo García-Alarcón y su Cappella Mediterranea en una producción de Max-Emanuel Cencic.

La producción ha sido objeto de una grabación en vídeo disponible en Arte.tv hasta el 16/09/2026 :

https://www.arte.tv/fr/videos/128120–003‑A/francesco-cavalli-pompeo-magno/

Bayreuth, Markgräfliches Opernhaus

El Festival de Ópera Barroca de Bayreuth

La ópera, como es bien sabido, se encuentra en grave situación de crisis, y en especial la ópera barroca. Pero como es asimismo bien conocido, sería difícil hallar alguna otra época en el que las temporadas y festivales de ópera hayan proliferado de una manera tan rica, y en especial, si de la ópera barroca se trata. Tomando como centro de gravedad pero no como único escenario de operaciones el Teatro de los Margraves, Bayreuth se ha unido con fuerza desde 2020, bajo el impulso de Max Emanuel Cencic, director artístico del festival barroco, a los grandes centros dedicados al redescubrimiento y difusión de un repertorio en buena parte olvidado, y que por ello mismo constituye en muchos casos una paradójica novedad absoluta, tanto para los intérpretes como para el público. Dentro de la plétora de estilos y de formas de lo que de manera grosera, o al menos muy generalista, se denomina ópera barroca, la orientación del Bayreuth Baroque Festival se ha dirigido hacia la ópera italiana del primer tercio del Settecento. Así, en 2020 y 2021 se representó Carlo il Calvo (1738) de Porpora ; en 2022, fue el turno de Alessandro nell´Indie (1729) de Vinci, producción que en el próximo mes de abril podrá verse en el Theater an der Wien ; en 2023, un título poco representado de Haendel, Flavio, re dei Longobardi (1723); y en 2024, de nuevo Porpora, con su Ifigenia in Aulide (1735).

Pompeo Magno, de Cavalli

El título central del programa de 2025 ha sido también italiano, pero considerablemente anterior a los anteriormente citados : Pompeo Magno, de Cavalli, fue estrenado en el Teatro San Salvatore de Venecia en 1666, veinticuatro años después por tanto de la creación en la misma ciudad de L'incoronazione di Poppea. Y evidentemente, el mundo musical de Cavalli (de quien Bayreuth ofreció en este mismo teatro, ya en 2008, La Rosinda) gravita mucho más lejos de los brillantes fuegos de artificio vocales de Porpora que de la sombra densa y alargada de Monteverdi ; así como su espectro teatral, como ejemplifica este Pompeo Magno, se halla más emparentado con la proliferación de personajes, de tramas y de ambientes de Poppea, con su yuxtaposición de lo trágico y lo burlesco, con la importancia capital (recitar cantando) de la declamación del texto que (como en Wagner…) debe ser diáfana y expresiva, con el predominio de un arioso que lejos todavía del modelo posterior del aria de capo mantiene su funcionalidad eminentemente teatral ; mucho más cerca de todo ello que de la codificación a la mayor gloria de los Primi Uomini y Prime Donne, y como consecuencia de ello, del modelo tendencialmente más rígido que irá cristalizando en las décadas sucesivas.

Pompeo Magno es, con las vecinas Scipione Africano (1664), Muzio Scevola (1665), o Eliogabalo (1668), entre otras, una de las óperas de Cavalli cuya temática se apoya en la antigüedad clásica, y más específicamente romana. El amante de la ópera se encuentra aquí con varios de los mismos personajes que pueblan otras obras más difundidas : así, al gran Pompeyo, que da título a la obra aunque a la postre no sea su personaje más importante, le conocemos bien por su testa vilmente desgajada del tronco, tal como se nos presenta en el Giulio Cesare in Egitto de Haendel (1724). El propio César está presente, en tesitura baritonal y en un cometido secundario ; así como también el heroico Sesto, hijo de Pompeyo, pero en esta ocasión no ocupado de vengar al padre ni de auxiliar a la madre Cornelia, sino de sus irresistibles inclinaciones hacia la bella Issicratea, a su vez esposa de Mitridate, el mismo personaje que décadas más tarde dará título a la ópera de Mozart, Mitridate, re di Ponto (1770), de turbulenta personalidad, y complicada relación con el mundo en general y con su hijo Farnace, también aquí presente, en particular.

Pompeo Magno Bayreuth Baroque 2025

Se nos presentan así diversas historias amorosas, entretejidas unas con otras, en la más pura tradición de los enredos operísticos : por un lado la de Pompeyo (contratenor), enamorado de Giulia (soprano), hija de César (barítono), y a su vez enamorada de Scipione Servilio (contratenor); por otro, la del gran antagonista político, Mitridate (tenor), que vive de incógnito sus días en la gran urbe romana, verificando hosca y celosamente la fidelidad de su esposa Issicratea (soprano), objeto de los amores de Sesto (contratenor), hijo de Pompeyo, y la lealtad de su hijo Farnace (contratenor). Si faltaba algo de color, o de pimienta, la añaden los personajes cómicos travestidos de Delfo (contratenor) y de Atrea (tenor), así como la intrigante criada Arpalia (contratenor), que es muerta en escena, en quizá el giro trágico más acusado de la trama. Verdaderamente, una folle journée en la que se acumulan y superponen con una generosidad sin límites cognoscibles las intrigas, los deseos, no consumados y también los consumados, las pasiones sensuales y políticas ; en la que las situaciones más ridículas y los acontecimientos más terribles, un poco como en Monteverdi y en la propia así llamada vida real, tienen lugar de manera virtualmente simultánea, y por eso mismo tienen un sabor más montaraz. Aun cuando el libreto, del conde Nicolò Minato, prolífico escritor, y autor de varios de los libretos de las óperas de Cavalli, no posea seguramente la fuerza subversiva y la penetración psicológica del de Busenello para Poppea, ni evidentemente, de los que un siglo después escribirá Da Ponte para Mozart.

 

La producción de Max-Emanuel Cencic

Pompeo Magno, Bayreuth Baroque 2025

El lector, cuya inteligencia no conviene nunca subestimar, podrá valorar si ante una trama tan densa, tan abundante en personajes y tan prolija en acontecimientos como la que el texto de Minato nos presenta, y ante una partitura que despierta felizmente en estas representaciones bayreuthianas de un sueño de varios siglos, era la decisión más acertada la de trasponer la acción de la ópera desde la Roma del primer triunvirato republicano, hasta la Venecia del tiempo de la composición, o al menos la Venecia de un cierto imaginario colectivo, con un suntuoso despliegue de vestuario en el que el protagonista Pompeyo aparece caracterizado como un venerable Dux, y varios de los personajes como las bien reconocibles figuras de la commedia dell´arte. Amén de la presencia de una abundante troupe de enanos que, como si estuviésemos ante una composición pictórica cortesana del periodo barroco, desarrollan una frondosa acción sobre la escena de los Margraves. Un observador receloso podría objetar que semejante forma de presentación oscurece todavía más el sentido de una acción no muy fácilmente comprensible por momentos, y que dificulta en determinadas escenas, cuando menos al ojo y el oído no demasiado avisados, discernir quién es quién de entre los personajes presentados. Un comentarista benevolente opondrá sin embargo que la ambientación romana del libreto nada añade a la verdadera esencia de una acción músico-teatral cuya naturaleza responde más a la del ambiente que se nos presenta sobre el escenario, esto es, el del carnaval veneciano, un espacio de libertad, de máscaras, de engañosas apariencias y de elusivas realidades, en el que todo es representación y en el que a fin de cuentas nada permanece fijo más allá de la mutabilidad incesante de las humanas pasiones. Este cronista dejará al lector decantarse por una u otra de tales posturas, o por una combinación de ambas. Dará cuenta también del general júbilo, con ciertas minoritarias muestras de descontento, con que el público que llenaba por completo el Teatro de los Margraves acogió el espectáculo.

Alois Mühlbacher (Amore / Farnace),Valerio Contaldo,(Mitridate) Mariana Flores (Issicratea))

Y asimismo, certificará este cronista que, de las posibles maneras de enfrentarse a ópera tan múltiple como esta, tan soberbiamente contradictoria u omnicomprensiva, el director de escena se decanta por potenciar todo lo que de cómico o más exactamente de burlesco pueda ofrecer el libreto de Minato, de manera que las facetas sombrías, sensuales e incluso violentas de este complicado cosmos veneciano aparecen básicamente circunscritas al personaje de Mitridate y a su digamos órbita de influencia, como una zona de oscuridad en medio del carnavalesco despliegue de otra clase de goces más simples. Incluyendo, para despejar las posibles ambigüedades, un gusto desacomplejadamente desinhibido por ciertas expansiones procaces del espíritu.

Dominique Visse (Delfo), Marcel Beekman (Atrea)

La presencia del desopilante Marcel Beekman, inolvidable Falsacappa en Les Brigands hace un año en el Palais Garnier, interpretando a una Atrea que por su descaro, su energía, su élan vital y su soberana ignorancia de cualesquiera barreras de género, parecería directamente emparentada con aquel otro personaje offenbachiano, marca y determina en cierto modo el color y el sentido de un espectáculo que quiere ser ante todo eso, un Grand Divertissement, un momento de celebración sin demasiadas complicaciones intelectuales, en el que como ha observado agudamente algún comentarista, parece importar mucho menos aquello que se cuenta que la manera en que se cuenta. Pero será al lector a quien corresponderá determinar, los grados de afinidad existentes, o no, entre Offenbach y Cavalli.

El enfoque musical

Como el teatro musical, lo quiera y sepa o no, es necesariamente Gesamtkunstwerk (en todas partes pero en especial en Bayreuth), la lectura escénica marca, condiciona y colorea la lectura musical. A intérpretes como Leonardo García Alarcón y la Cappella Mediterranea, ni se les presenta ni se les descubre : el trabajo que vienen desde hace años realizando, en la recuperación del repertorio del Seicento y en particular de Cavalli, habla por sí solo, con hitos como Elena (Aix-en-Provence, 2013), Eliogabalo (Paris, 2016), Il Giasone (Ginebra, 2017), o Erismena (Aix-en-Provence, 2017). De modo que en esta ocasión, partiendo de su conocimiento no disputable del estilo y del lenguaje del compositor, los músicos, sensibles ante lo que sucede sobre el escenario, se contagian de esa perspectiva festiva, no muy proclive al más bien wagneriano gozo por el sufrimiento, y en consecuencia, ofrecen con un generoso orgánico (cuerda, vientos, percusión…) una lectura de la partitura pletórica de colorido, de energía y de luminosidad, pero que en justicia, a su vez sabe atender a los contrastes de ambiente que plantean algunas de las escenas, en funciones no de simple acompañante de los cantantes, sino como verdadero narrador, asumiendo el papel de un mediador entre el público y el escenario ; incluyendo determinados momentos de una modernidad (en términos musicales) sorprendente, como si Cavalli ya contuviera in nuce algo de la radicalidad y de la ironía cortante del Stravinsky de The Rake´s Progress o de Pulcinella. Y también, del flow sin demasiadas pretensiones de complicación de ciertas manifestaciones de la música popular de nuestro tiempo. Resta, una vez abierto tan felizmente el cofre del tesoro de este Pompeo Magno, comprobar hasta qué punto una aproximación escénica más moderada en el tratamiento de los aspectos lúdicos de la obra, pudiera a su vez llegar a propiciar una interpretación musical todavía más incisiva que la ofrecida en Bayreuth en el tratamiento de las sombras y de las curvas de la arquitectura sonora levantada por Cavalli. De manera que, por ejemplo, un momento como la muerte de la esclava Arpalia a manos de Mitridate, sea concebido y experimentado, menos como una suerte de incongruencia trágica en el decurso músico-teatral que como un elemento orgánicamente inevitable de la total composición.

Las voces

Pero en lo que, como en tantas ocasiones, parecería verdaderamente cicatero e injusto oponer reserva u objeción alguna, es a la hora de valorar el desempeño de un reparto de actores-cantantes todos ellos plenamente entregados a su labor teatral, y absolutos dominadores del estilo. Se ha hablado ya de la presencia, fortísima hasta el punto de resultar irresistible, del tenor de carácter Beekman en la parte de Atrea, a la que aporta su experiencia como intérprete y la plasticidad de un instrumento de una expresividad fuera de lo común. Es bien secundado en esas labores cómicas por el veterano Dominique Visse y por el más joven Kacper Filip Szelążek, en la parte más compleja de Arpalia. Vista por la producción como una Colombina a la vez inocente y atrevida, la soprano Sophie Junker aporta juventud, descaro, una línea segura y un agudo penetrante al papel de Giulia. Su amante, su Arlecchino, Scipione Servilio, es el espléndido Valer Barna-Sabadus, con un cometido en esta ocasión quizá menos desarrollado del que propiciarían sus talentos.

MAriana Flores (Issicratea)

Mayor relieve en términos tanto musicales como dramáticos cobra ante la sensibilidad del espectador la soprano Mariana Flores, en el rol de la digna Issicratea, con un instrumento apropiadamente oscuro y torrencial, manejado con un control y una suntuosidad que parecieran anunciar la aptitud para desempeñar partes de mayor enjundia lírica.

Max-Emanuel Cencic (Pompeo Magno)

Triunvirato de contratenores, bien contrastados entre sí en términos tímbricos y musicales, es el que forman primero Cencic en el papel que da título a la obra, con un canto reposado y amplio que responde al carácter áulico del personaje ; después, Mühlbacher con un color más aéreo y cristalino que conviene bien a la inocencia impetuosa de Farnace y a la energía fuera de las constricciones humanas del dios Amor ; y finalmente, Balducci, con la elegancia, el legato y los claroscuros convenientes para los contrariados amores del noble y sufriente Sesto.

Valerio Contaldo (Mitridate)

En fin, en una ópera como esta eminentemente coral, en la que todavía no se han fijado las jerarquías que marcarán el posterior desarrollo de la opera seria italiana, quizá la presencia que más intensamente se fija en la memoria del espectador, también por singularizarse el perfil del personaje en términos dramáticos, es la de Mitridate, espléndidamente interpretado por el tenor Valerio Contaldo, que ya el pasado otoño en Ravenna se hizo notar en el Ulisse monteverdiano oficiado allí de manera deslumbrante por Dantone y Pizzi como un Telemaco que en cualquier momento podía tomar el manto y la lira de Orfeo ; y en este presumible debut bayreuthiano, revalida tales laureles, desplegando un instrumento de cautivadora oscuridad mediante un canto de fascinante elocuencia y variedad, en el que cada palabra y cada frase se advierten cuidadosamente esculpidas y se dejan escuchar señorialmente dichas, servido con una facilidad y (aparente) naturalidad desarmantes en todos los registros.

En total, el viajero puede mirar atrás hacia la experiencia de este Pompeo Magno como una experiencia absorbente, de descubrimiento y de mirada por momentos incrédula hacia un rincón hasta ahora oculto de la creación operística. Kundry hubiera dicho, y hubiera tenido (también aquí) la razón : was zog dich her, wenn nicht der Kunde Wunsch ?

Pompeo Magno, Bayreuth Baroque 2025

Francesco Cavalli (1602–1676)
Pompeo Magno (1666)
Dramma per musica in tre atti
Livret de Nicolò Minato
Création au Teatro San Salvatore, Venise, le 20 février 1666

Direction musicale : Leonardo García-Alarcón 
Mise en scène : Max Emanuel Cencic 
Scénographie : Helmut Stürmer
Costumes : Corina Gramosteanu
Lumières : Léo Petrequin
Dramaturgie : Max Emanuel Cencic, Fabián Schofrin
Assistante à la mise en scène Constantina Psoma
Coach mouvements : Chiara d'Anna

Pompeo Magno : Max Emanuel Cencic
Issicratea : Mariana Flores
Mitridate : Valerio Contaldo
Amore / Farnace : Alois Mühlbacher
Sesto : Nicolò Balducci
Giulia : Sophie Junker
Cesare : Victor Sicard
Claudio : Nicholas Scott
Scipione Servilio : Valer Sabadus
Crasso : Jorge Navarro Colorado
Delfo : Dominique Visse
Arpalia : Kacper Szelążek
Atrea : Marcel Beekman
Primo Prencipe / Genius : Pierre Lenoir
Secondo Prencipe : Angelo Kidoniefs
Terzo Prencipe : Ioannis Filias
Quarto Prencipe : Christos Christodoulou

Acteurs
Jona Bergander, Sandra Maria German, Alina Grummt, Ramazan Kirca, Tanja Kuno, Mick Morris Mehnert, Valerij Radmacher, Sascha Schicht, Isabella Wolters

Cappella Mediterranea
(
Orchestre en résidence du Bayreuth Baroque Opera Festival 2025)

 

Bayreuth, Markgräfliches Opernhaus, vendredi 12 septembre 2025, 18h

Visiter Bayreuth en dehors des dates du festival Wagner est en soi une expérience pour le mélomane qui associe comme deux choses apparemment indissociables les vapeurs estivales du Festspielhaus et cette petite ville de Haute-Franconie, ville universitaire avec son beau centre historique, son atmosphère paisible et sa communication ferroviaire avec les centres urbains les plus proches (par exemple Nuremberg, Hof ou Bamberg), toujours aléatoire en raison de la fantaisie créative de la Deutsche Bahn, que l'on ne louera jamais assez. Toutefois, outre ses autres attraits et le célèbre Festspielhaus, Bayreuth offre un autre pôle d'intérêt évident pour les amateurs d'opéra, le Théâtre des Margraves (Markgräfliches Opernhaus), construit sous l'impulsion d'une Wandererin plus que probable de son époque, la princesse Wilhelmine, fille du roi de Prusse Frédéric-Guillaume Ier, qui (comme beaucoup d'entre nous, avant et après) trouva dans l'art un refuge de consolation face aux immondices de la soi-disant vie réelle. Et, à la manière de Parsifal, on peut dire (Zum Raum wird hier die Zeit) qu'à l'intérieur de cet espace unique, le temps, celui de l'opéra baroque et celui du spectateur lui-même, se condense et se transforme : car tout comme la raison d'être du festival wagnérien est en fin de compte l'enceinte magique du Festspielhaus, la raison d'être de ce merveilleux Festival baroque de Bayreuth est avant tout le Markgräfiches Opernhaus,  (Opéra des Margraves) l’une des salles les mieux conservées d’Europe (1748). C’est là que nous a été révélé en cette douce fin d’été Pompeo Magno, opéra inconnu de Francesco Cavalli, où voisinent burlesque et tragique, par Leonardo García-Alarcón et sa Cappella Mediterranea dans une mise en scène de Max-Emanuel Cencic.

 

La production a fait l’objet d’une reprise vidéo accessible sur Arte.tv jusqu’au 16/09/2026 :
https://www.arte.tv/fr/videos/128120–003‑A/francesco-cavalli-pompeo-magno/

Une version concertante de l’opéra est programmée avec les mêmes artistes  à la Cité Bleue, à Genève, le 28 septembre à 16h (réserver ici) ainsi qu’au Théâtre des Champs Elysées à Paris le 1eroctobre 2025 à 19h30 (Réserver ici) et enfin au Theater an der Wien, à Vienne, le 14 octobre à 19h.

Bayreuth, Markgräfliches Opernhaus

Le Bayreuth Baroque Opera Festival

L'opéra, comme chacun sait, traverse une grave crise, en particulier l'opéra baroque. Mais comme on le sait également, il serait difficile de trouver une autre époque où les saisons et les festivals d'opéra ont proliféré de manière aussi riche, en particulier en ce qui concerne l'opéra baroque. Prenant comme centre de gravité, mais pas comme seul lieu d'activité, le Théâtre des Margraves, Bayreuth s'est fortement engagé depuis 2020, sous l'impulsion de Max Emanuel Cencic, directeur artistique du festival baroque, aux grands centres dédiés à la redécouverte et à la diffusion d'un répertoire en grande partie oublié, et qui, de ce fait, constitue dans de nombreux cas une nouveauté absolue et paradoxale, tant pour les interprètes que pour le public. Parmi la pléthore de styles et de formes de ce qu'on appelle de manière grossière, ou du moins très généraliste, l'opéra baroque, le Bayreuth Baroque Festival s'est orienté vers l'opéra italien du premier tiers du Settecento. Ainsi, en 2020 et 2021, Carlo il Calvo (1738) de Porpora a été représenté ; en 2022, ce fut au tour d'Alessandro nell'Indie (1729) de Vinci, une production qui pourra être vue en avril prochain au Theater an der Wien ; en 2023, ce sera un titre peu représenté de Haendel, Flavio, re dei Longobardi (1723) ; et en 2024, à nouveau Porpora, avec son Ifigenia in Aulide (1735).

Pompeo Magno, de Cavalli

Le titre central du programme de 2025 est également italien, mais nettement antérieur aux précédents : Pompeo Magno, de Cavalli, a été créé au Teatro San Salvatore de Venise en 1666, soit vingt-quatre ans après la création, dans la même ville, de L'incoronazione di Poppea. Et bien évidemment, l'univers musical de Cavalli (dont Bayreuth a proposé La Rosinda dans ce même théâtre en 2008) gravite beaucoup plus loin des brillants feux d'artifice vocaux de Porpora que de l'ombre portée et si dense de Monteverdi ; tout comme son spectre théâtral, ce Pompeo Magno, est plus proche de la prolifération de personnages, d'intrigues et d'ambiances de Poppea, avec sa juxtaposition du tragique et du burlesque, avec l'importance capitale (recitar cantando) de la déclamation du texte qui (comme chez Wagner…) doit être diaphane et expressive, avec la prédominance d'un arioso qui, encore loin du modèle ultérieur de l'aria di capo, conserve sa fonctionnalité éminemment théâtrale. Ainsi Pompeo Magno est beaucoup plus proche des effluves monteverdiennes que de la codification à la plus grande gloire des Primi Uomini et Prime Donne, et par conséquent, du modèle tendanciellement plus rigide qui se cristallisera dans les décennies suivantes.

Pompeo Magno est, avec ses voisins Scipione Africano (1664), Muzio Scevola (1665) ou Eliogabalo (1668), entre autres, l'un des opéras de Cavalli dont le thème s'inspire de l'Antiquité classique, et plus précisément romaine. L'amateur d'opéra retrouve ici plusieurs des personnages qui peuplent d'autres œuvres plus connues : ainsi, le grand Pompée, qui donne son titre à l'œuvre même s'il n'en est finalement pas le personnage le plus important, nous est bien connu pour sa tête vilement arrachée de son tronc, telle qu'elle nous est présentée dans le Giulio Cesare in Egitto de Haendel (1724). César lui-même est présent, dans un rôle secondaire de baryton, tout comme l'héroïque Sesto, fils de Pompée, mais cette fois-ci non pas occupé à venger son père ou à aider sa mère Cornelia, mais plutôt à céder à ses irrésistibles penchants pour la belle Issicratea, épouse de Mitridate, le même personnage qui, des décennies plus tard, donnera son titre à l'opéra de Mozart, Mitridate, re di Ponto (1770), à la personnalité turbulente et aux relations compliquées avec le monde en général et avec son fils Farnace, également présent ici, en particulier.

Pompeo Magno Bayreuth Baroque 2025

On nous présente ainsi différentes histoires d'amour, entremêlées les unes aux autres, dans la plus pure tradition des intrigues opératiques : d'un côté, celle de Pompée (contre-ténor), amoureux de Giulia (soprano), fille de César (baryton), elle-même amoureuse de Scipione Servilio (contre-ténor) ; d'autre part, celle du grand antagoniste politique, Mitridate (ténor), qui vit incognito dans la Rome immense, vérifiant avec humeur et jalousie la fidélité de sa femme Issicratea (soprano), objet de l'amour de Sesto (contre-ténor), fils de Pompée, et la loyauté de son fils Farnace (contre-ténor). S'il manquait un peu de couleur ou de piquant, les personnages comiques travestis de Delfo (contre-ténor) et d'Atrea (ténor) viennent le compenser, tout comme l'intrigante servante Arpalia (contre-ténor), qui est tuée sur scène, dans ce qui est peut-être le rebondissement le plus tragique de l'intrigue. Vraiment, une folle journée où s'accumulent et se superposent avec une générosité sans limites connues les intrigues, les désirs non consommés autant que consommés, les passions sensuelles et politiques ; une folle journée où les situations les plus ridicules et les événements les plus terribles, un peu comme chez Monteverdi et dans la soi-disant vie réelle, se déroulent de manière pratiquement simultanée, et ont donc un goût d'autant plus sauvage. Tout cela est foisonnant, même si le livret, du comte Nicolò Minato, écrivain prolifique et auteur de plusieurs livrets d'opéras de Cavalli, ne possède certainement pas la force subversive et la pénétration psychologique de celui de Busenello pour Poppea, ni évidemment de ceux que Da Ponte écrira un siècle plus tard pour Mozart.

La production de Max-Emanuel Cencic

Pompeo Magno, Bayreuth Baroque 2025

Le lecteur, dont l'intelligence ne doit jamais être sous-estimée, pourra juger si, face à une intrigue aussi dense, aussi riche en personnages et aussi prolifique en événements que celle que nous présente le texte de Minato, et face à une partition qui réveille heureusement dans ces représentations bayreuthiennes un rêve vieux de plusieurs siècles, la décision la plus judicieuse de Cencic était de transposer l'action de l'opéra de la Rome du premier triumvirat républicain à la Venise de l'époque de la composition, ou du moins à la Venise d'un certain imaginaire collectif, avec un somptueux déploiement de costumes dans lequel le protagoniste Pompée apparaît caractérisé comme un vénérable Doge, et plusieurs des personnages comme les figures bien reconnaissables de la commedia dell'arte. Sans oublier la présence d'une nombreuse troupe de nains qui, comme si nous étions face à une composition picturale d’une cour baroque, développent une action foisonnante sur la scène des Margraves.

L’observateur méfiant pourrait objecter qu'une telle forme de présentation obscurcit encore davantage le sens d'une action parfois difficile à comprendre et qu'elle rend périlleux, dans certaines scènes, du moins pour l'œil et l'oreille peu avertis, de discerner qui est qui parmi les personnages présentés.
Le commentateur bienveillant objectera cependant que le décor romain du livret n'ajoute rien à la véritable essence d'une action musicale et théâtrale dont la nature correspond davantage à l'ambiance qui nous est présentée sur scène, c'est-à-dire celle du Carnaval de Venise, un espace de liberté, de masques, d'apparences trompeuses et de réalités insaisissables, où tout n'est que représentation et où, en fin de compte, rien ne reste fixe au-delà de la mutabilité incessante des passions humaines.
Cette chronique laissera le lecteur se prononcer (peut-être après avoir vu la production sur Arte.tv) en faveur de l'une ou l'autre de ces opinions, ou d'une combinaison des deux. Il témoignera également compte de la joie générale, quelques manifestations minoritaires de mécontentement vite étouffées, avec laquelle le public qui remplissait complètement l’Opéra des Margraves a accueilli le spectacle.

Alois Mühlbacher (Amore / Farnace),Valerio Contaldo,(Mitridate) Mariana Flores (Issicratea))

Parmi les différentes manières possibles d'aborder un opéra aussi multiple que celui-ci, aussi superbement contradictoire ou exhaustif, le metteur en scène a choisi de mettre en valeur tout ce que le livret de Minato peut offrir de comique ou, plus exactement, de burlesque, de sorte que les facettes sombres, sensuelles et même violentes de ce cosmos vénitien complexe apparaissent essentiellement circonscrites au personnage de Mitridate et à son orbite d'influence, pour ainsi dire, comme une zone d'obscurité au milieu du déploiement carnavalesque d'un autre type de plaisirs plus simples. Y compris, pour dissiper toute ambiguïté, un goût décomplexé pour certaines expressions délurées, hardies, insolentes de l'esprit du temps.

Dominique Visse (Delfo), Marcel Beekman (Atrea)

La présence d’un Marcel Beekman hilarant, inoubliable Falsacappa dans Les Brigands signés Kosky il y a un an au Palais Garnier, dans le rôle d'Atrea qui, par son effronterie, son énergie, son élan vital et sa souveraine ignorance de toute barrière de genre, semble directement apparentée au personnage d’Offenbach vu par Kosky, marque et détermine en quelque sorte la couleur et le sens d'un spectacle qui se veut avant tout un Grand Divertissement, un moment de fête sans trop de complications intellectuelles. Comme l'a observé avec perspicacité un commentateur, ce qui est raconté semble beaucoup moins important que la manière dont cela est raconté. Mais c'est au lecteur qu'il appartiendra de déterminer les degrés d'affinité existant, ou non, entre Offenbach et Cavalli.

L’approche musicale

Comme le théâtre musical, qu'il le veuille ou non, est nécessairement une Gesamtkunstwerk (partout, mais surtout à Bayreuth), la lecture scénique marque, conditionne et colore la lecture musicale. Des interprètes tels que Leonardo García Alarcón et la Cappella Mediterranea n'ont pas besoin d'être présentés ni découverts : le travail qu'ils accomplissent depuis des années, dans la récupération du répertoire du Seicento et en particulier de Cavalli, parle de lui-même, avec des jalons tels que Elena (Aix-en-Provence, 2013), Eliogabalo (Paris, 2016), Il Giasone (Genève, 2017) ou Erismena (Aix-en-Provence, 2017). Cette fois-ci, forts de leur connaissance incontestable du style et du langage du compositeur, les musiciens, sensibles à ce qui se passe sur scène, se laissent gagner par cette perspective festive, peu encline à la jouissance wagnérienne de la souffrance, et offrent ainsi, avec un ensemble généreux (cordes, vents, percussions…) une lecture de la partition pleine de couleurs, d'énergie et de luminosité, mais qui, en toute justice, sait également tenir compte des contrastes d'ambiance que présentent certaines scènes, non pas en tant que simple accompagnateur des chanteurs, mais en tant que véritable narrateur, assumant le rôle de médiateur entre le public et la scène ; y compris certains moments d'une modernité (en termes musicaux) surprenante, comme si Cavalli contenait déjà in nuce quelque chose de la radicalité et de l'ironie cinglante du Stravinsky de The Rake's Progress ou de Pulcinella. Et aussi, du flow sans trop de prétentions de complication de certaines manifestations de la musique populaire de notre temps.

Une fois le coffre aux merveilles de ce Pompeo Magno si heureusement ouvert et si riche de détails, une fois cette partition si scrupuleusement et méthodiquement révélée par la merveilleuse Cappella Mediterranea et son valeureux chef, il reste cependant à vérifier dans quelle mesure une approche scénique plus modérée dans le traitement des aspects ludiques de l'œuvre pourrait à son tour favoriser une interprétation musicale peut-être encore plus incisive, plus contrastée que celle proposée à Bayreuth dans le traitement des ombres et des courbes de l'architecture sonore érigée par Cavalli. Ainsi, par exemple, un moment comme la mort de l'esclave Arpalia aux mains de Mitridate serait conçu et vécu moins comme une sorte d'incongruité tragique dans le déroulement musical et théâtral que comme un élément organiquement inévitable de la composition totale. Mais la révélation bienvenue de l’œuvre par Alarcon, désormais la référence – racine, ouvre désormais aux interprétations un vaste champ à labourer.

Les voix

Mais là où, comme souvent, il semblerait vraiment mesquin et injuste d'émettre la moindre réserve ou objection, c'est lorsqu'il s'agit d'évaluer la performance d'une distribution d'acteurs-chanteurs tous pleinement dévoués à leur travail théâtral et maîtres absolus du style. Nous avons déjà évoqué la présence, si forte qu'elle en devient irrésistible, du ténor de caractère Beekman dans le rôle d'Atrea, auquel il apporte son expérience d'interprète et la plasticité d'un instrument d'une expressivité hors du commun. Il est bien secondé dans ces tâches comiques par le vétéran Dominique Visse et par le plus jeune Kacper Filip Szelążek, dans le rôle plus complexe d'Arpalia.
Considérée par la production comme une Colombine à la fois innocente et audacieuse, la soprano Sophie Junker apporte jeunesse, effronterie, une ligne sûre et des aigus pénétrants au rôle de Giulia. Son amant, son Arlecchino, Scipione Servilio, est le splendide Valer Barna-Sabadus, dont le rôle est peut-être moins développé que ne le permettraient ses talents.

MAriana Flores (Issicratea)

La soprano Mariana Flores, dans le rôle de la digne Issicratea, prend davantage d'importance tant sur le plan musical que dramatique aux yeux du spectateur, avec une voix sombre et torrentielle, maîtrisée avec un contrôle et une somptuosité qui semblent annoncer une aptitude à interpréter des rôles plus importants sur le plan lyrique.
Le triumvirat des contre-ténors,

Max-Emanuel Cencic (Pompeo Magno)

bien contrastés entre eux en termes de timbre et de musique, est d'abord formé par Cencic dans le rôle qui donne son titre à l'œuvre, avec un chant calme et ample qui correspond au caractère courtisan du personnage ; ensuite, Alois Mühlbacher avec une couleur plus aérienne et cristalline qui convient bien à l'innocence impétueuse de Farnace et à l'énergie hors des contraintes humaines du dieu Amour ; et enfin, Nicolò Balducci, avec l'élégance, le legato et les clairs-obscurs qui conviennent aux amours contrariés du noble et souffrant Sesto.

Valerio Contaldo (Mitridate)

Pour terminer, dans un opéra aussi éminemment choral, où les hiérarchies qui marqueront le développement ultérieur de l'opera seria à l’italienne ne sont pas encore établies, la présence qui reste peut-être la plus intensément gravée dans la mémoire du spectateur, notamment parce que le profil du personnage se distingue sur le plan dramatique, est celle de Mitridate, magnifiquement interprété par le ténor Valerio Contaldo, qui s'était déjà fait remarquer l'automne dernier à Ravenne dans l'Ulisse de Monteverdi, brillamment dirigé par Ottavio Dantone et mis en scène par le vénérable et vénéré Pierluigi Pizzi, dans le rôle d'un Telemaco qui pouvait à tout moment prendre le manteau et la lyre d'Orfeo ; et dans ce qui semble être ses débuts à Bayreuth, il confirme toutes ses qualités, déployant un instrument d'une obscurité captivante à travers un chant d'une éloquence et d'une variété fascinantes, dans lequel chaque mot et chaque phrase sont soigneusement sculptés et se laissent entendre avec majesté, servis avec une facilité et un naturel (apparent) désarmants dans tous les registres.

Au final, le spectateur peut se remémorer l'expérience de ce Pompeo Magno comme une expérience captivante, une découverte et un regard parfois étonné, voire incrédule vers un recoin jusqu'alors caché de la création lyrique. Kundry aurait dit, et elle aurait eu (ici aussi) raison : was zog dich her, wenn nicht der Kunde Wunsch ?

Pompeo Magno, Bayreuth Baroque 2025
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Antoine Lernez
Antoine Lernez aux lointaines origines hispaniques et très lié aux cultures latinoaméricaines, est juriste, spécialisé en droit international. Il parcourt donc le monde, et tel un autre Wanderer, il s’arrête quelquefois là où il y a un opéra, ce qui en fait un des meilleurs et des plus fins connaisseurs de l’art lyrique. Quelquefois, quand l’occasion fait le larron, il fait profiter Wanderersite.com de sa science par des articles fouillés.

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